Contorneando sucesivas curvas que acompañan el calor del ir y venir. Asomo la cabeza al recuerdo que hace presente la cavidad del alma. Como si fueramos nubes etéreas de espeso humo blanco y volar fuera tan raro que hasta sería ya, normal.
Cavar una fosa profunda queriendo siempre tener ojos de bosque, siempre admirando, siempre iluminando, siempre volviendo a reconocer, volviendo a ver con ojos de primera vez.
Como si peces volaran en el agua y las aves fueran quienes nadan en los cielos... y nosotros acompañando los cantares de la noche, las estrellas y los mares... los azules y gigantes, los pigmentos y los montes... subidas y caminatas, aromas y pureza, epecias, juguetes, reencuentros y nuevas percepciones...
Y el ojo que vuelve a mirar con la exaltación de lo novedoso... y ese amor, ese amor.