Trajo el viento frío un leve a livio a su calidez,
empujó su sensatez y buscó la voz del otro lado.
En su felicidad no hay lugar para miradas incomprendidas,
su apogeo se llenó de luz al escuchar sus palabras.
Y un viento fresco le trajo alivio,
y el cantar de un pájaro le hizo reír.
Y se vió envuelta en propulsión;
se hechó a volar, sin mirar el suelo.
Ahora navega en ese viento, reencuentra su sensación.
Acompaña y le canta al vuelo que la lleva... su voz.
Y su felicidad acompaña esas miradas incomprendidas
que la miran con cariño y acompañan en su andar.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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