martes, 10 de febrero de 2009

..mailing.en.libertad..

-Y a vos, ¿cómo te trata tu día laboral?...
-Yo bien...
Replanteos colmaron mi mañana luego de una noche de interacción conmigo, donde pude encontrar un poco de mi eje que tan perdido tenía… momentos en que mi cama se volvía el trono donde yo era la reina de mis pensamientos.
Momentos en que mi habitación era un palacio del cual fui dueña de toda mi frivolidad escondida.
Amanecer con el calor sofocante de la ciudad duele en la piel y más cuando la incomodidad de la vestimenta acompaña el camino al encierro.
Encierro del cual soy presa día tras día durante las mismas horas en igual cantidad.
Presa me siento hoy mientras la lluvia recorre las ventanas que mis ojos divisan a lo lejos de mi escritorio. Esa tormenta se desató dentro mío en este momento, sin lluvia, sin agua.
No me moja… solo me genera esta incompatibilidad con lo que me rodea. Lo que habita en mi cabeza y en mi corazón es ahora lo que me da la posibilidad de despegarme de este espacio físico de ficción donde se encuentra mi cuerpo y no mi cabeza.
Gracias amigo y confidente por un momento de introspección tan sincero como inesperado...
... por leerme y dejar que mis angustias se apoyen mediante un escrito en vos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nuri, hoy te vengo con una larga reflexión sobre tu respuesta a mi respuesta. Espero no hacerte pasar un mal momento... La dividí en partes, para que sea mas liviana... Ojalá te haga pensar en lo que ya pensaste, para que veas qué maravilloso es el mundo que estas viendo.

Primera Parte:
La perdición es un encierro, y el encierro es una perdición. Ambos nos toman de las orejas y nos retan como niños cuando empezamos a darnos cuenta de que por más que hablemos, ya no pronunciamos palabras, de que por más que miremos, ya no observamos colores, y de que por más que nos sepamos seres que viven, ya mucho de muerte hay en nosotros. Todo esto sucede cuando la distancia se encuentra al estirar solo un poco los brazos, cuando añorar se vuelve el llanto sin las lágrimas que nuestras mejillas necesitan desesperadamente para recibir lo que recuerdan como caricias. Todo esto sucede cuando la pauta del futuro nos apuesta la pérdida del pasado al cual nos aferramos con resignación, ya que no podemos ver mas allá de lo que nos sabe igual, por miedo a no distinguir mas que lo que ya distinguimos, mas que lo ya nunca tuvimos. Quizá nos haga falta una pieza del rompecabezas que esta vida nos va armando. Quizá solo sea cuestión de encontrarla y glorificarla para que sea la medalla de oro conseguida por ganar la carrera que nos jugamos día a día a nosotros mismos. Y quizá eso sea lo que nos apresa, tener que buscar sí o sí esa pieza. Puede que no sea posible ganar la carrera. Puede que solo estemos presos de esa búsqueda que erosiona cualquier piedra de temperamento, cualquier piedra de esperanza. ¿Pero si no existe tal pieza buscada, o tal carrera que ganar? Nos encontraríamos aún así perdidos, sin señales que marquen el camino. ¿Entonces? Entonces el único sentido que podemos encontrar en esta perdición, es buscar la perdición final, la muerte, nuestra única verdad, nuestra única llegada, y por qué no, nuestra única salida.

Segunda Parte:
Encontremos sonriente a nuestra verdad, encontrémosla llena de nostalgias alegres que nos hagan sonreír para que nuestras mejillas vuelvan a recibir las caricias de nuestro cuerpo y de nuestros recuerdos. Encontremos la distancia que nos hace esperar, que nos hace movernos. Encontremos lo que no tenemos que encontrar, y busquemos lo que no hay que buscar. No hace falta tanta utopía para saberse una lágrima con esperanzas de ser más turbia y más frígida de lo que en un sueño puede saborearse. Y no hace falta tanta utopía para marchitar el corazón con los azotes de una mirada atiborrada, de una risa enardecida, de una caricia ambigua.
En fin, no hace falta tanta utopía para nada en realidad, porque vivimos en una, nos educaron con otra, y a medida que nos marchitamos como flores embalsamadas por la hipocresía, nos damos cuenta de que nosotros mismos somos una utopía que le gusta contar la de los demás para encubrir su traje de imposibilidades.
Es así como las angustias que visten nuestras vivencias son los premios que recibimos al ser demasiado profundos, y demasiado lejanos, demasiado utópicos. Eso es sentir la incompatibilidad con lo que te rodea, porque lo que nos rodea no es más que una ilusión prejuzgada. Sentir lo incompatible entre nuestro yo y el “eso” alrededor, es asumirse como un yo sincero para con su esencia obstinada, porque los seres humanos somos obstinados. Lo paradójico es que luego de asumirnos como un yo, añoramos pertenecer a ese “eso” que dejamos alejarse.
¿Cómo resolvemos la paradója? Aprendiendo a reconocer de dónde venimos, para saber hacia donde terminaremos por ir. No somos más que ese “eso” que dejamos alejarse, por eso sentimos la distancia que nos hace añorar, por eso sentimos el encierro que nos hace perder el sentido, y la perdición que nos hace sentir lo mismo.

Cada uno vive en su mundo, Nuri, es pequeño, pero lo suficientemente grande como para sentirse solo…


PD: Considero que este último texto que escribiste es estupendo, Nuri, muy, pero muy bueno... Hay metáforas, alegorías, sentimiento, emoción, corrección... Realmente me sorprendiste, porque además se ve lo que vos escribis: espontáneidad. Te imagno en tu cama reina de tus pensamientos, imagino la lluvia golpeando tu ventana. Está maravillosamente expresado todo eso, y me pone orgulloso, que en este último texto haya mas densidad linguística... eso muestra un crecimiento genial. ¡Bravo Nuri!... Tengo muchas ganas de escribir con vos, de charlar sobre nuestras palabras con vos... ¡Bravo!